El Huffington Post (“The Internet
Newspaper: News, Blogs, Video Community”, como se definen en su logotipo) fue
el precursor de los diarios de información libre nativos en la red. Fundado por
Arianna Huffington en 2005, con sede en Nueva York, su elemento de innovación
principal fue que combinaba el estilo de un diario tradicional con la
confluencia de bloggers y columnistas, periodistas y gente de a pie, lo cual
supone una mayor interacción con el público.
Sin embargo, ese mismo aspecto
novedoso fue el que más críticas recogió: el Huffington Post no paga a sus
blogueros y se basa principalmente en contenidos “cogidos” de otros. Sobre esta
polémica, la propia Arianna Huffington se pronunciaba en una entrevista al
diario El País en octubre de 2011: “Tenemos que
tener en cuenta que The Huffington Post y otras compañías de nuevos medios son
una combinación de dos cosas. Por un lado somos empresas periodísticas con
profesionales(...) y por otro también somos una plataforma en la que ofrecemos
distribución a miles de personas(...)”. En cualquier caso, para defensores y
detractores es obvio que, con este proyecto, Huffington y sus
co-fundadores(Kenneth Lerer y Jonah Peretti) contribuyeron a la revolución del modelo
comunicativo que imperaba hasta hace poco, el de los medios tradicionales.
La iniciativa surge de la idea de la fundadora de que
“comunicar es el nuevo entretenimiento de la gente”. Con el auge de las redes
sociales, el público tiene cada vez una mayor necesidad de compartir lo que ve
y lo que sabe, de dar a conocer sus experiencias en la red. Y lo que hizo
Arianna Huffington fue aprovechar inteligentemente esa imperante necesidad de
comunicación de la nueva sociedad para crear una red global de información.
En mi opinión, frente a los otros candidatos al premio, la
web norteamericana merece el reconocimiento por ser el precursor de ese nuevo
modelo, y por combinar el trabajo de profesionales de la comunicación con las
aportaciones del público. Tal vez otros después de ella lo hayan hecho mejor,
pero Huffington supo aprovechar los beneficios de esa necesidad de interacción
y comunicación que cada vez es más global, y convertir lo que parece una crisis
de los medios en un nuevo modelo comunicativo sin precedentes.
Por Alaia Rotaeche Ciarreta
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